Esta alianza de ocho organizaciones de mujeres, con presencia en 29 departamentos, cumple 10 años trabajando por la inclusión de las voces y peticiones de las mujeres a los procesos de negociación. Les contamos sus principales logros y apuestas.
Hace 11 años Bogotá fue la sede de la primera cumbre en la que se reunieron más de 500 mujeres del país para hablar sobre su participación en los procesos de paz en Colombia bajo un lema: “Las mujeres seremos pactantes y no pactadas”.
Justo un año antes, en 2012, el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos inició los diálogos de paz con los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), una de las guerrillas más antiguas de la región.
“Queríamos que hubiese rostros y voces de mujeres en la mesa para incorporar los temas de preocupación de las plataformas de mujeres. La guerra las ha afectado de manera desproporcionada y hemos insistido en la necesidad de parar la guerra, porque la guerra tiene el rostro de las mujeres”, señaló a esta redacción María Eugenia Ramírez, activista y feminista del movimiento Mujeres por la Paz.
La fuerza que tuvo esta juntanza en esta primera cumbre las llevó a crear en 2014 una alianza de ocho organizaciones que bautizaron Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, que la conforman: la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (Anmucic), la Casa de la Mujer, el Colectivo de Pensamiento y Acción “Mujeres, Paz y Seguridad”, la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (Cnoa), Mujeres por la Paz, Ruta Pacífica de las Mujeres y la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal).
La articulación e incidencia política las llevaron a lograr que dos delegadas del gobierno integraran el equipo de negociación e impulsar la creación de la Subcomisión de Género en el marco del proceso con las FARC-EP, que finalizó cuatro años después, en 2016.
Aunque cada una de estas organizaciones que conforman la cumbre tenían una trayectoria de trabajo por los derechos de las mujeres y la búsqueda de la paz a nivel nacional y territorial, se dieron cuenta de que juntas podrían llegar más lejos. Así lo explicó Diana Salcedo López, directora de Limpal, en entrevista con El Espectador.
“Una de las riquezas de la cumbre es juntar todas las autoridades políticas diversas de las mujeres, nuestras apuestas organizativas y poder caminar juntas en colectivo. Esto nos ha permitido que la cumbre tenga hoy un reconocimiento político importante por haber abanderado una parte de las reflexiones, en torno a lo que hoy son las medidas de género del Acuerdo de Paz”, resaltó Salcedo.
En la conmemoración de una década de trabajo juntas, recordaron las lecciones y los aportes que han podido realizar en espacios de negociación de paz, como con las FARC-EP, y el actual proceso con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Una apuesta nacional y regional
A lo largo de estos 10 años, la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz ha trabajado con un enfoque territorial, al tener presencia en 29 departamentos del país -sin contar Arauca, Casanare y Vaupés- a través de las organizaciones que la conforman. Este enfoque ha sido una de sus banderas más importantes y, según algunas de sus integrantes, la razón por la cual se mantienen vigentes, pues incorporan las voces, experiencias y peticiones de las mujeres que viven día a día, en los territorios, la implementación y los desafíos de la paz, al igual que el conflicto que se vive en muchos de ellos.
“Cada acción se realiza desde esa mirada de elevar las voces de las mujeres en su diversidad. Estamos todas, las mujeres campesinas, afros, indígenas y organizaciones que incluyen estas diversidades”, afirmó Luisa Fernanda González Moreno, integrante del Colectivo Mujeres, Paz y Seguridad.
Una de quienes han trabajado desde el territorio por integrar la diversidad de voces es Mercedes Segura Rodríguez, afrotumaqueña radicada en Buenaventura e integrante de la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (Cenoa). En entrevista con esta redacción, señaló cómo han sido esos esfuerzos de conectar la narrativa con la realidad.
“Hemos hecho un esfuerzo en los encuentros territoriales de incluir los enfoques étnicos, territoriales y diferenciales, donde las mujeres hacemos un esfuerzo doble: hacerlos visibles e incluirlos en los espacios de construcción de paz”, resaltó Segura.
La articulación de las apuestas en lo rural y urbano de la mayor parte del territorio nacional no solo se ha dado en recolección de propuestas, sino también en un papel activo en la implementación del Acuerdo de Paz con las FARC-EP.
Después de los cinco años que duró el proceso de negociación, la cumbre, junto a otras organizaciones que abogan por los temas de género, logró que se integraran la igualdad y el enfoque de género como un principio dentro de lo pactado en La Habana. Esto representa un reconocimiento de las mujeres como ciudadanas autónomas y sujetas de derechos, que tienen necesidades específicas y un rol central en la implementación del Acuerdo. Este enfoque es transversal en los seis puntos pactados entre el Gobierno de Colombia y la extinta guerrilla: 1) Reforma rural integral. 2) Participación política. 3) Fin del conflicto. 4) Solución al problema de las drogas ilícitas. 5) Las víctimas del conflicto. 6) Implementación, verificación y refrendación.
En 2016, año de la firma del Acuerdo de Paz, la cumbre realizó su segundo espacio nacional, llamado “Participamos y decidimos en la construcción de paz”, con más de 600 asistentes. Un año después se iniciaron acciones de seguimiento a la implementación del Acuerdo de las más de 100 medidas de género, a través de 17 representantes nacionales y territoriales. En 2017 presentaron su primer informe de seguimiento.
La articulación regional continuó en 2018, año en el que realizaron cuatro foros regionales de balance de la implementación y cumplimiento del Acuerdo, con la participación de 400 mujeres. Según relatan sus integrantes, se presentaron alertas, desafíos y oportunidades para seguir con estas acciones, sumando esfuerzos desde lo nacional y territorial. Todas estas acciones quedaron condensadas en documentos sobre el estado de la implementación y en un libro titulado Mapas, rutas y pistas: sistematización de la experiencia de incidencia política de la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz 2013-2018.
Los esfuerzos por continuar trabajando desde una visión local y nacional se mantuvieron, a pesar de la pandemia del covid-19, situación mundial influyó en que la tercera cumbre se realizara en 2022. Esta se llamó “En movimiento para que avance la paz”, donde se resaltaron las resistencias de las mujeres en sus territorios y sus esfuerzos en la construcción de paz. Para ese mismo año presentaron el segundo “Informe de Seguimiento a la Implementación del Acuerdo de Paz”, documento que recoge las experiencias y perspectivas de cientos de mujeres de diversos territorios del país.
Los aportes colectivos
Para las integrantes de la cumbre, uno de sus principales aportes ha sido abrir y mantener espacios de participación en la construcción de paz. Sin embargo, también ha sido su principal desafío.
“Uno de nuestros desafíos más importantes es que realmente la participación de las mujeres sea en todos los niveles y como sujetos políticos, con las cuales se tiene que pactar. Tenemos mucho que aportar en la construcción de paz y seguimos configurando, fortaleciendo y haciendo visible a ese sujeto político”, afirmó Luisa Fernanda González.
A lo largo de estos 10 años la cumbre ha tenido espacios de diálogo con la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer y representantes de la comunidad internacional. Por ejemplo, han trabajado de forma conjunta con la Misión Política de la ONU e influenciaron en la inclusión de dos representantes de organizaciones LGBTI en la mesa de diálogos de La Habana.
Al finalizar el proceso de negociación con las FARC-EP, la cumbre integró de forma más directa a las mujeres firmantes a la construcción colectiva de la paz. “Partimos de que todas cabemos y tratamos de que ninguna se quede por fuera”, enfatizó María Eugenia Ramírez, tras la pregunta sobre la integración y el trabajo con esta población.
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Dentro de esa apuesta de incluir la diversidad de las mujeres en sus proyectos, desde la cumbre también están trabajando por un reconocimiento del racismo estructural y las propuestas antirracistas para la construcción de la paz. Mercedes Segura López le explicó a El Espectador la importancia de reconocer estos hechos, principalmente, hacia la población afrodescendiente: “Necesitamos que las palabras racismo y antirracismo estén equiparadas, que en los textos se escriban ‘mujeres afrodescendientes’, porque la paz se construye con ellas desde los territorios”.
La Cumbre Nacional de Mujeres y Paz seguirá dedicando esfuerzos al fortalecimiento de espacios de participación de las mujeres en negociaciones de paz. En el marco de la apuesta de la paz total del gobierno de Gustavo Petro, esperan poder articularse a los demás espacios de diálogo con bandas criminales y grupos armados ilegales.
La voz de las mujeres en el diálogo con el ELN
El 2 de agosto de 2023 se instaló el Comité Nacional de Participación, la instancia donde la sociedad civil tiene un rol en el proceso de negociación entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla del ELN.
La Cumbre hace parte de este espacio —como representantes del sector mujeres— junto a otras instancias como la Red Nacional de Mujeres, la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas y la Juntanza de Mujeres por la Paz. El Comité Nacional está integrado por 81 representantes de 30 movimientos de la sociedad civil y gremios que tienen como tarea la construcción del Plan Nacional de Participación en estos diálogos.
“Hay que entender que la paz no es solamente la constitución de medidas específicas para las mujeres, sino que realmente todo lo que se acuerde debe tener una mirada desde las desigualdades, que también reconozca la diversidad, y en el diálogo con el ELN esto ha sido muy importante”, señaló Diana Salcedo López, directora de Limpal.
En esta negociación se presentó un hecho histórico: Vera Grabe fue nombrada la primera mujer jefa negociadora de un proceso de paz en Colombia, el 11 de diciembre de 2023.
Tomado de: El Espectador.